domingo, 5 de junio de 2011

Aminofauno

Se lavó con la lengua todo el cuerpo a conciencia, total que uno no sabe por donde le van a andar por la noche y es mejor estar preparado, le había llegado el olor exquisito de almizcle de una gata en celo, lo respiró con la boca abierta con fruición, ay que gatita mas afortunada, recibiría sus mieles. Pero pronto le llegó el fastidio, por ahí venía torpemente subiendo al techo el gato de la vecina del frente, Eugenio, no sabía porqué se le pegaba siempre, y era un color andar con él, por su fama de mamitas, chineado, niño rico y hasta que se le volteaba las rosca.

-        Holi Aminofaunis.

-        Mae no me diga así pero ni en broma, tengo una reputación que guardar.

-        Ay pero si solo te estaba saludando, mi dueña se toma unas pastillitas rosadas cuando se pone así.

-        Bueno qué, no tengo todo el día. 

-        Ay qué olor tan extraño me llegó, uy dan ganas como de…

-        Uy mae si a usted le habían cortado las bolas, con razón no le gusta esa delicia que está en el aire.

-        Qué..., esa cosa de restregarse con una gata pulgosa y que no se sabe que apellido tiene, bueno, no creo que vos te rebajés a hacer esas cosas…

No iba a dejar que le arruinara el día, simplemente se dio la vuelta, pero para más inri se le pegó el gato de narras atrás. 

-        Llevame adonde vas, no seás malito.

-        Mae, vea, yo soy un gato muy gato, me la juego solo desde que me destetó mi mami linda que no sé quién es, y no voy a andar con vos a rastras, mae me matás los lances, las gatitas quien sabe que van a pensar si nos ven juntos.

-        Ay que somos inchis, no hay cosa más linda que la amistad.

De un árbol de mango cayó Tripas, un gato de los bravos, manejaba todos los techos de los barrios del sur y era respetado por todos.

-        Uy a qué horas empieza el te.

El que menos quería que los viera con Eugenio y sale a cuento.

-        Diay Tripas, qué me dice.

-        Diay que vengo por la gatita que me está llamando a gritos.

-        Mae es Fifí la gata de doña Marta, y vos sabés que es siamesa y esas son malas…

-        Y además ella tiene pedigrí y solo están esperando que le traigan el macho de los doctores Echandi.

Aminofauno vio con espanto como se le esponjaba la cola al Tripas.

-        Mirá gato o lo que seás, a mí nadie me dice que hacer con las cabras.

-        Que no es cabra es gata…

-        Que te callés Eugenio, dejáme manejar este asunto a mí, o te van a dejar como un crucigrama.

Se llevó aparte al Tripas y lo fue endulzando con eso de que vos sos el más grande, el mejor, no hay gato que te rete para nada, líder de los techos, terror de las ratas de rabo pelón de las alcantarillas y poco a poco se le fue bajando la cola.

-        Yo no sé que hacés con ese gato mamitas, pero es tu nota. Yo solo vengo a reclamar del derecho de pernada y nada más, yo soy el primero que tiene cositas con las gatas y allá ustedes que se maten por lo que quede. Y ya no voy a discutir más, Aminofauno fue un gustazo verte y ya me voy a localizar a esa nena, ahí nos violines…

Se marchó lanzándole una mirada asesina a Eugenio, éste no entendía bien en el grave peligro que estuvo dado la seguridad de la mansión en que vivía.

-        Mae Eugenio, vea, los gatos de casa se quedan en casa, no se suben a los techos, ustedes son diferentes a nosotros, los gatos de techo, no nos juntamos con ustedes, así de simple, cada quien en su casa y Don Gato en la de todos.

En ese momento se oyeron terribles gritos y aullidos seguidos de locas carreras por los techos, a los lejos se veía a Fifí enloquecida, toda erizada y con los ojos desorbitados, Tripas la tenía acorralada y le lanzaba golpes terribles que ella no podía esquivar…

-        Ay por Don Gato hacé algo Aminofauno, que me va a matar a Fifí, ella es mi amiga, no soporto ver como la maltrata.

-        Cálmate, así es la vida en los techos, es más teatro que otra cosa, son unos arañazos de nada y después chumpulún y al mes y pico gatitos, así ha sido desde los techos de paja…

-        No, no, mirá le sangra la orejita y mirá los puños de pelos que salen cuando la araña.

En verdad la situación no era parecida a las otras que se habían visto, el Tripas estaba atacando para matar, y aunque Fifí era una gata grande y muy bien alimentada, casi no podía hacer nada contra ese gato curtido y frío, que a todas vistas, ya en sus ojos de loco no se le veía el deseo. Aminifauno era muy suceptible a las injusticias y algo lo hizo correr y tirarse en el lomo de Tripas, este reaccionó con sorpresa pero sin pensarlo dos veces se fue a los ojos de él, ocasión que Fifí aprovechó para esconderse junto con Eugenio. Aminofauno luchó con todas sus armas, ni en sus sueños más locos se le habría ocurrido desafiar al líder, su vida era buena así como la llevaba, respetado por todos, pero con escalofrío en el fragor de la lucha se dio cuenta que cada vez más gatos se sumían a los espectadores de tan desigual lucha, y comentaban entre susurros y apostaban Wiskas que eran un gusto a favor del Tripas. Era claro que la lucha no iba para largo, Tripas sabía cómo matar de una estocada y cada vez se acercaba más al cuello de su adversario, pero en eso un chorro de agua helada los empapó, causando gritos de terror en todos los gatos, ellos se separaron, cuando un zapato casi los aplasta, esto provocó una estampida general. Tripas miró a Aminofauno y le hizo la señal de las cinco almohaditas rojas, una clara señal, que uno de los dos tenía que morir y se fue.
Aminofauno quedó maltrecho pero revisándose bien, no, no tenía heridas graves, que eso para un gato callejero es sentencia de muerte, se llegó hasta donde estaban sus amigos, y encontró a Eugenio lamiendo a la temblorosa Fifí.

-        Espero que estés contento Eugenio ya me eché encima al Tripas, voy a tener que esconderme un tiempo, qué tirada…

-        Pero si fuiste el total caballero, el de la armadura brillante, el de…

-        Dejáte de playadas por Don Gato Santo, es que no entendés nada, ese gato me la juró con la palma extendida, soy gato muerto… Nadie me tiene haciéndote caso a vos.

Fifí salió adolorida de su escondite, se acercó a él y se tocaron las narices.

-        Señor salvador, yo le estoy profundamente agradecida por ese gesto tan noble que tuvo para conmigo, que don Gato lo llene de bendiciones. Eugenio ahora es nuestro deber ayudarlo en su lucha desigual contra ese gato maluco…

-        Eh y por qué nosotros, ellos se las saben arreglar solos, a mí no me vas a llevar a esos techos herrumbrados de los lugares que frecuenta Aminofauno y si me da tétano…

-        No hay techo que valga, debo esconderme en las alcantarillas…

Había pocas cosas que causaran verdadero horror y espanto entre los gatos del mundo: las alcantarillas, lugar que era el reino de las ratas, el sub mundo donde iban a dar los gatos malos cuando don Gato el fin de los días, lanzando grandes cubos de agua helada condenará a los reprobados al frío eterno. Eugenio y Fifí se erizaron espeluznados, pero Fifí era gata de palabra y ya la había ofrecido.

-        Iremos con vos Aminofauno…

-        Ese iremos sonó a mucho gato. Ya me deben estar llamando para que me den el tuna fish de Irlanda del norte y el merecido descanso en mi canasta de la Provenza.

-        Cuando dije iremos, dije los tres, andando Aminofauno vos nos enseñás el camino…

-        Pero ni siquiera ando mis Lorazepán, aunque sea una Tafil por el amor de don Gato.

Debían darse prisa había viento de agua y debían guarecerse, los tres iniciaron la caminata, de una casa a otra, burlando los mortíferos alambres navaja, los imbéciles perros de los patios, cruzando las calles con gran sigilo y aprovechando los huecos en las tapias y cercas. Aminofauno sin hablarles les señaló una alcantarilla abierta, ayudó con gran delicadeza a Fifí a bajar, y con una certera patada dejó que Eugenio lleno de ayes cayera en las profundidades, luego él miró hacia todos lados y desapareció del mundo conocido de los gatos. (continuará)

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