lunes, 6 de junio de 2011

Cada país necesita su Malinche

Tuvimos el dudosísimo cartel del país más feliz del mundo, Corea nos lo quita y nos deja en un extraño segundo lugar, ¿menos felices, segundones hilarantes? Hemos creado a Costa Rica a nuestra imagen y semejanza, igual que como creamos a nuestros dioses, no sé en qué momento empezamos a ser costarricenses, pero como dijo la Astiarán, que de cubana va a brillante:

Los ticos dicen que no tienen identidad, pero hasta ahora no me he encontrado a un costarricense, que no se parezca al otro.

Con todo nuestro complejo de chirrisquiticos, de pobrecitos, de subdes. Nos cacarean por el mundo, por una paz, que ya no tenemos, pues basta ver la cara de temor de los hombres y mujeres en las aceras, desconfiándonos unos de otros; de la ecología que nos esquiva, cuando hemos tumbado las selvas, ensuciado los ríos y urbanizado las playas. Y nos hemos visto obligados muy a nuestro disgusto, a mezclarnos con el mundo, cuando nos iba tan bien cuando éramos una isla en medio de Centroamérica, en medio de América entera, perdidos para el planeta.

En esta feliz tierra, con su palma su brisa y su sol, nace la Chavela Vargas y la muchacha mestiza y guapa, quiere cantar y ser escuchada, pero hay que aclarar desde un principio, en la actualidad, ¿cuántos cantantes solistas costarricenses, viven exclusivamente de su trabajo?, muy pocos, hasta me aventuraría a decir que caben en la mano de este primate escribidor.

La chica lesbiana de pueblo, definitivamente no tiene cabida en una Costa Rica terriblemente pueblerina de 200 mil almititicas. Y se va a México, que ya desde entonces era la Meca para los artistas de Latinoamérica, cantantes, actores, escritores y artistas en general. La Chavela se va masticando una amrgura pequeña y la expulsa con su voz ronca, que le canta a las mujeres con voz de hombre enamorado, como si fuera ella, el mismo José Alfredo con aliento a tequila y tabaco y sus innumerables ponchos y guaraches.

Ahí en esa tierra que venera a la muerte, la sangre y los ídolos de piedra, ahí, ella se hace un nicho como cantante folklórica, hombruna y pendenciera.

Y una señora mexicana me contaba, que ella la iba a ver cantar al famoso teatro Blanquita en el DF, en los años 50, y que los hombres borrachos la insultaban, molestos por ver a una mujer que los miraba a los ojos de tu a tú, de vos a voz, y le gritaban ¡tortillera!, y la Chavela, ya con sus mezcales entre pechos y espalda, se bajaba del escenario a darse de golpes a puño cerrado, a medirse con los mero meros machos mexicanos, a quitarse la chicha de no sé qué, que le corroía su ronca garganta y muchas veces la sacaron en camilla, borracha y golpeada.

Hizo su carrera y la deshizo en México y desapareció, Y creo que su odio se le diluía contra el mundo entero, contra su México que la quería, pero no mucho mucho como ella deseaba ser amada, y entonces, decidió que su odio cabía justo en la pequeñitica Costa Rica, y le cupo para verter tantos años de desengaños con la gente, la fama y la vida. Y quedamos como los malos de la película, los que producimos genios pero que no podemos sostenerlos, amarlos, respetarlos y conservarlos en nuestro suelo. He hicimos a esta Malinche profunda y dolida, que embelesó a Almodóvar, Bosé y Sabina, y a teatros llenos, en un segundo aire triunfal, con su canto de sirena.

Cada país necesita su Malinche y nosotros la tenemos.

2 comentarios:

  1. Definitivamente deberias escribir un libro, pero bueno por lo menos un blog es la mejor forma de comenzar.

    De lo que escribiste, mucho deja para pensar, sobre todo lo que decis de los ticos, como somos y sentimos...

    Excelente blog, seguire leyendo!

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