martes, 7 de junio de 2011



VIVIR CON GATAS

Tengo 50 años, vivo solo y tengo tres gatas, casi un cuento de Dickens.

Por suerte en este tiempo que me tocó vivir, el término solterón no aplica, ya no estás obligado a casarte y tener hijos para ser una buena persona y aunque talvéz nadie me tome la mano el día de mi muerte, puede ser casi seguro que haya una de mis gatas durmiendo en la cama ese día.

Voy a ir contando en este blog, la vida de cada una de mis gatas, de Kitty, Amelia y Chinchi, que espero sea tan entrenidas como cuando me las cuento a mí mismo, y me encuentro tan divertido y ameno.

Les cuento a mis amigos, que a veces en la madrugada estoy yo carcajeándome de las ocurrencias de estas tres bichitas que alegran mi vida, o como cuentan mis vecinos de arriba, que de pronto oyen un cristal romperse y mi voz gritando, ¡jueputas gatas, las voy a matar!!! Porque sí, el precio de que estén encerradas las 24 horas de su día en un apartamento en el medio de una ciudad, es que harán travesuras y romperán cosas, me ayudan con lo del feng chui que hay que estar moviendo las cosas.

Las tres duermen conmigo en mi cama, aunque ahora Amelia duerme debajo de la cama y Kitty a mis pies, pero a veces me despierto sofocado en la noche y es que la gata me corta la circulación de las piernas y la tiro al aire y a los 15 minutos lo mismo, y me trata de despertar en la mañana poniendo su nariz fría en mi cara y Chinchi de pronto decidió dormir en la mesa de noche y así empieza un nuevo día con ellas.

No lo planeé así, pero bueno, las circunstancias así fueron dándose, vivo con tres vírgenes a la fuerza, y yo un lujuriento retirado, y los cuatro habitamos una muy pequeña parte de este vasto universo, alejándonos elegantemente del origen del Big Bang, hacia un mar de nebulosas.

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